Hablar de globalización cuando nos referimos a la religión no es decir nada nuevo: tan antigua como la religión misma es la expansión de los rituales, las creencias y la autoridad religiosa a través de las fronteras étnicas, nacionales y linguísticas. La historia de la cristiandad y la del Islam han estado marcadas por interminables campañas, violentas y no violentas, de conversión y penetración, en tanto que su carácter diaspórico y su historia se han convertido en la característica definitoria del judaísmo. Este texto parte del truísmo de que las formas contemporáneas de expansión religiosa que común, aunque toscamente, son conocidas como “fundamentalismo”, también son distintivamente globales en su alcance. Lo son de varias formas, que pueden solaparse, aunque nunca por completo, puesto que tienen una conciencia muy definida del lugar que ocupan en el tiempo y el espacio, así como de la identidad de aquéllos entre quienes se encuentran y a los que, con frecuencia, tratan de convertir.

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